jueves, 19 de noviembre de 2009

MARIPOSA SOBRE LAS CENIZAS por Enrique Menéndez


Presentación "MARIPOSA SOBRE LAS CENIZAS"
Los mapas siempre ejercieron algún tipo de de influencia obsesiva sobre mí. No sólo aquellos en los que se dibujaba un planisferio, o una región cualquiera con sus divisiones políticas y físicas. También me fascinaban los que graficaban lugares más pequeños que yo conocía muy bien, como mi barrio, o los que me indicaban la forma de llegar a la casa de un amigo. Pero pronto encontré que existían otros mapas, cuyo carácter era más abstracto, y pero por ello, más interesantes. Mapas que me indicaban una rutina al dormirme, mapas para llegar al sueño, mapas para conocer una chica, mapas para no llegar tarde al trabajo. Pero todavía me faltaban otro tipo de topografías: la de los objetos.
Y entonces pude reconocer mapas, topografías e intensidades en todas las cosas que el mundo me ofrecía; las claras lagunas de unos ojos, la altura de un pensamiento, las amargas profundidades de un mate. Pero para aquellos que amamos los libros no nos basta con reconocer; se impone el recorrer.
Y cuando hablamos de textos literarios, las topografías son muy diversas y, si la obra es buena, cada vuelta del camino nos puede deparar una maravilla, cada rincón un instante que nos ausente del mundo. Y si con metáforas nos involucramos, quizás diríamos que una novela puede ser un país de maravillas y aventuras, o una región exótica o una ciudad de monólogos interiores. En cambio un cuento nos puede resultar un barrio de vecinos bullangueros, o un suburbio de crímenes misteriosos.
¿Y de la poesía qué podemos decir? No nos equivocaremos si afirmamos que puede tratarse de un claro jardín, un pomposo parque o un bosque de claroscuros. Nuestro quehacer en este aquí y ahora no es la labor de la crítica ni de la de dar nuestros pareceres personales. La nuestra es la tarea del cartógrafo, que a la manera de maravillados cronistas describiremos las regiones de este libro, Mariposa sobre la cenizas, para que ustedes también lo puedan transitar. Yo dibujaré el plano y Facundo pondrá la voz a su propia voz, a su propio libro.
¿Cómo es el libro de Facundo? Una vista general de todo este texto-región nos da un panorama dividido en tres zonas, en cuyos accesos nos encontramos con unos muy singulares porteros: Rilke, Li Po y T. S. Eliot que nos dan la bienvenida y por supuesto, algunas advertencias. Cada territorio es diferente de los otros, pero cuyos senderos nos llevan a un centro en común, donde se funden en un solo espacio. Este centro es la soledad, cuya presencia podemos percibir en todo el libro. Todos los caminos de este libro nos dejan allí:
“En tu puerta confluyen
Los cuatro caminos del mundo”

Esto es lo que nos advierte el texto apenas lo comenzamos. Cada una de las partes tiene su signo: la luna, objeto de deseo, el erotismo de la palabra o la palabra erótica y por último la muerte. Cada una con su contracara: la luna, y la niñez que se asombra ante ella; el adulto; y su fuerza erótica; y por último, la vejez, y su cercanía a la muerte. Tres monedas que también son caminos: la luna y el niño, el erotismo y el adulto, la muerte y la vejez, todas miran y nos llevan hacia un mismo lado, hacia su centro: la soledad, la gran compañera de la poesía.
“Brindo conmigo
Y en el fondo del vaso
Su presencia lo busca.”
En este mapa ustedes pueden entrar por donde mejor les parezca, pero por un simple prurito burgués hemos decidido realizar nuestra descripción siguiendo un determinado orden, el que el mismo libro nos da.
Por esta razón comenzaremos por “ a pedradas la luna”, la primera parte del libro. La bandera de esta región es la luna, pero no es la tenebrosa… ni la esquiva… ni la oscura. Es la luna que se observa con deseo, la luna que se añora en silencio. Luna, mirada y silencio son las colinas que marcan las intensidades de esta región. La luna aparece en varias de sus facetas: la mujer luna
“Mujer,
Tu calle camina herida”
O la luna antigua, la primigenia, la de siempre:
“una luna descascarada
Apoya su gorjeo
En el filo de los aullidos”
La otra colina de la que hablamos es la mirada. La del deseo o simplemente la de unos ojos, como los de Kahayyám:
“Tus dos pequeños ojos se pierden
En el brillo de los ojos de la noche
Sobre la copa de vino se desata
En un hilo que canta y calla
Y tu nombre Khayyám”
Pero también encontramos la mirada primera, mitológica:
“Tu mirada antigua
Como la de los primeros padres…”
Dijimos que la luna es el signo de esta comarca; es la cara de esta moneda cuya seca es la infancia… el niño. El inocente, como aquellos que sólo miran:
Asomados desde lo alto de una ventana
Tres niños nos contemplan, inalcanzables
Como las nubes que espían desde el cielo.
O también el niño terrible de sonrisa siniestra que no nos atrevemos a llamar:
“No te llamaré ‘niño’, porque tu presencia
es terrible
tu sonrisa se extiende como Los Andes…”
O porque no, el travieso niño que divierte su soledad derrumbando lunas
“Solo, como un niño que intenta derribar
A pedradas la luna”.
Pero esto es solo un mapa y no tengo la atención de agotar cada detalle ni tampoco agotarlos a ustedes. Mejor continuemos con la siguiente localidad. Vayamos al segundo paraje de este libro: “Mariposa sobre la ceniza”
Aquí el espacio está ocupado por las frondosidades del erotismo que se atreve a interpelar directamente al lector. Intensidades diversas marcan cortes abruptos en el terreno que nos apuran ahora y nos detienen luego.
Es Inmediatamente después de ingresar a este punto, donde el mismo libro es el que nos embiste y nos ordena:
“apaga las luces y escucha:
Iré liberando pequeñas palabras.”
Y son estas mismas palabras las que nos dibuja los contornos de un cuerpo cargado de sexo:
“este rincón entre las líneas de mis manos
Esta mujer que derrama besos en mi boca”
Y si hay una amada, hay un amante, y como tal ejerce su única profesión: la espera:
“aferrados con los dientes
Al cordel de una promesa
Sigo balanceándome en la espera”
En este sitio el tiempo se apresura, y los días se nos escapan al ritmo del ansia, y la palabra se nos anticipa, y de repente su cuerpo, el cuerpo del otro, es de palabras, de signos:
“buena palabra del que nos deja
Una huella profunda de silencio
La mariposa sobre la ceniza
Bebe las tensas gotas del rocío.”
Ahora dejemos las frondosidades anteriores y continuemos con el tramo final, donde lo que sigue es breve, conciso, como la vejez y su vecina, la muerte. Al contrario de las voluptuosidades ya citadas, aquí reina una calma silenciosa. Es un camposanto y lo que nos habla son sus lápidas que nos promulgan sus epitafios:


“Por el camino
Se aleja la ciudad
Queda el invierno”
Este es un paraje lleno de ausencias y silencios:
“Funerales para un hombre sin testigos
Flores para su amada ausente
Sopla el silencio sobre sus nombres.”
Sus frases son sentencias y su estilo, lacónico:
“Todos partimos
Por distintos senderos.
Vamos al mar.”
Todo aquí no habla de la muerte, pero no con el miedo que le tiene el joven, sino con la serena y sabia amistad que le profesa el anciano:
“Sólo el que pierde
Es el que debe pagar.
La vida es un juego.”
Listo, el viaje ha concluido. Sólo nos resta abandonar este mapa en nuestra mesita de luz. Atrás dejemos a los tres poetas que seguirán guardando las puertas de las tres regiones de este libro. Ahora es momento de que ustedes lo recorran, lo disfrute en el silencio y la soledad tan amigas de la poesía.
Buen viaje.

domingo, 1 de noviembre de 2009

LA MOLEDORA DE CARNE

El grupo LA MOLEDORA DE CARNE se presentará el domingo 08/11/2009, en el subsuelo del ECA (Espacio INDIGENTES) a las 19 hs. En el marco de la FERIA DEL LIBRO, MENDOZA 2009.

MARIPOSA SOBRE LAS CENIZAS en la Feria del Libro Mendoza 2009


Martes 03/11/2009
18 hs. en el ECA
presentacíón a cargo de:
Enrique Menéndez